
Existen solamente dos capitales de Estado en los Estados Unidos, a las que no pueden accederse por vía terrestre. Se trata de Juneau por un lado y Honolulu por otro. El único medio para llegar a ellas es por avión o por barco y quizás sea por ello que la capital de Alaska, Juneau o The City and Borough of Juneau tal es su verdadero nombre, sea una parada obligatoria para todos los cruceros que atraviesan el canal Gastineau.
El paisaje es abrumador. La cercanía al Polo norte hace que Juneau sea aún considerada un lugar casi inaccesible y exótico. La pequeña ciudad de Juneau se encuentra enmarcada por cimas nevadas durante la mayor parte del año. Existe un teleférico o tramway en la ciudad que permite contemplar lo grandioso de las montañas, el sonido del viento y el silencio se convierten en amigos en estas regiones donde el frío parece tener su morada permanente.
La población nativa de la zona tiene su origen en la cultura tlingit, que cuenta con una gran riqueza cultural, de la que sobresalen las danzas y cantos tribales y la creación de esculturas del tipo tótems. Su visión del mundo es sencilla: lo feo es interesante, lo difícil es atractivo y a los tlingit les atraen los desafíos. No hay otra explicación racional de cómo si no, han logrado sobrevivir y asentarse en una región tan poco hospitalaria.
Los habitantes de Alaska han desarrollado en su proceso de adaptación ciertas virtudes y capacidades que los hacen especiales. Por ejemplo, los esquimales pueden distinguir hasta 17 tonalidades diferentes de color blanco y grises, mientras que muchos de los habitantes del trópico no logran diferenciar el azul del verde. Esta adaptación se debe a la necesidad constante de protegerse de los rayos ultravioletas. Los renos del ártico tienen una visión que se extiende más allá del espectro visible, hasta el ultravioleta próximo, imposible de ser detectado por el ojo humano.
Descubierta hace mucho tiempo atrás, cuando la fiebre del oro hervía la sangre y empujaba a los pioneros a zonas inhóspitas como Alaska, Juneau acogió a los primeros mineros hasta que a principios del siglo XX su entorno natural atrajo a los primeros turistas. Las ballenas jorobadas que se acercan a sus costas son una de sus varias atracciones, los senderos de trekking hasta los miradores donde se pueden apreciar dramáticos amaneceres, arrancan más lágrimas que cualquier otro evento cargado de emociones fuertes.
El rafting extremo, la pesca, el esquí en la zona de Eaglecrest, el patinaje sobre el hielo, caminatas de invierno y el hockey son solo algunas de las actividades que Alaska ofrece con su peculiar visión de la vida. El invierno en Juneau para los alaskeños, no es ni crudo ni frío: es energizante y divertido. La vida en Juneau es energía en movimiento. Por lo tanto si hay que moverse, hagámoslo de la forma en que sea más divertido. Deja que Alaska te enseñe cómo. Comienza el día con una buena taza de chocolate, bien caliente y bien potente. Aunque Juneau es pequeña a simple vista, existe una amplia oferta de tiendas, restaurantes, cafés e incluso lugares donde saborear deliciosas hamburguesas de alce y cangrejo gigante. Las compras son importantes pero no son nada comparadas con los detalles que hacen de esta ciudad algo que se pueda llevar en el corazón para toda la vida. No olvides esquivar y evitar los osos que constantemente se cruzan por las calles de Juneau buscando comida. Si bien la gente convive con ellos, no son animales domésticos. Si levantas la vista verás águilas de varias especies. Su grito te transportará el alma hacia lugares más allá de tu propia imaginación. Déjate llevar, déjate guiar, Alaska sabe cómo, solo es cuestión de que te animes a llegar. Compra un pasaje y vive la aventura. En Alaska se vive.